sábado, 22 de julio de 2017

En el fondo... pero muy en el fondo... en realidad era malo

Un profesor llega caminando, como todos los días, al colegio. Saluda amablemente al portero y a todas las personas que encuentra a su paso rumbo al salón. Cuando entra, deja su maletín sobre el mesón. Los alumnos, en silencio, esperan que comience la clase. Se saca el abrigo y revela una escopeta que llevaba escondida. Lentamente la apunta a los niños, que no entienden lo que esta pasando, y comienza a disparar.

¿Suena familiar esta historia?

Lamentablemente si.

Hace unas semanas el Pastor Soto fue invitado al programa El Interruptor de Vía X, conducido por José Miguel Villouta. Para los que no saben, Carlos Javier Soto (Pastor de ahora en adelante), es un autodenominado pastor evangélico y autoproclamado enemigo de los homosexuales, transexuales, y representantes de la diversidad sexual, etc., y, por otra parte, José Miguel Villouta (Villouta de ahora en adelante), es un presentador y locutor de radio, reconocido defensor de la causa LGBT.

No hay que ser un genio para imaginarse que este encuentro era explosivo, considerando los antecedentes del Pastor (ver Prontuario del Pastor Soto en The Clinic), sin embargo, yo creo que nadie esperaba ver lo que realmente sucedió. En el siguiente video se pueden ver los cinco minutos que duró la entrevista en el programa.


Las cosas no comienzan bien cuando, terminada la bienvenida y sin previo aviso, el Pastor decide realizar un rezo para traer a un invitado muy especial al programa. Ni más ni menos que a Jesucristo. La cara de Villouta lo dice todo y, sin embargo, en un acto de respeto máximo, le permite continuar. Durante la oración, el Pastor Soto invita a Jesucrito y, de paso, solicita que su visita sirva para sanar a "todo aquel que tenga que sanar", haciendo una clara alusión a Villouta. Terminado esto, Villouta le indica al Pastor que lo que acaba de hacer es una falta de respeto e intenta dialogar con él sobre el respeto hacia los otros, sus casas, tradiciones, etc. Obviamente, el Pastor no empatiza y defiende su actuar.

A continuación Villouta intenta cambiar el tema y le hace la primera pregunta formal sobre cuándo conoció la religión Evangélica. El Pastor responde tímidamente y, nuevamente, sin mediar previo aviso, saca desde su chaqueta un pedazo de tela con los colores del Arcoiris. A todas luces, una referencia a la bandera de la diversidad sexual. Declara que tiene frío y la pone en sus pies. En ese momento, el autocontrol de Villouta, alcanza niveles máximos y evidentes. Desconcertado e incómodo con la situación, le declara al Pastor que eso es una falta de respeto. Nuevamente, el Pastor no se da por aludido y comienza a explicar para qué usa el llamado trapo de la inmundicia. Villouta le indica al Pastor que lo que está haciendo es una falta de respecto y le pide que la saque para continuar con el programa, cosa que, evidentemente no ocurre. Finalmente, la Directora de Contenidos del canal interviene y, contrario a lo que uno esperaría, El Pastor declara que no puede "hacer el programa" si no es en esas condiciones (me hizo recordar la historia de las cucharas que escribí hace un tiempo).

Conociendo el perfil del Pastor y el sin fin de situaciones en las que ha participado previamente, nada de lo ocurrido debiera ser una sorpresa.

Pero más allá de la polémica evidente, ¿Cuál es real el problema de lo que sucedió en el programa?

Lo obvio es considerar que el problema es que el Pastor imponga su visión, que vulnere los derechos de otros, que provoque de la peor manera y que promueva la intolerancia, entre tantas cosas. Esto es correcto, sin embargo, no es el mayor problema. Hay algo peor. Y esto es que, detrás de los actos del Pastor, hay premeditación. Veamos porqué.

Supongamos los mismos actores, el mismo programa, las mismas ideas. El Pastor, por su parte, tratando de imponer una visión. Villouta, por otra, claramente el enemigo para él. Considerando que es un programa de entrevista y de exposición de ideas, la conversación debería haber fluido de manera normal. Cada uno exponiendo sus puntos y tratando de explicarlos y/o defenderlos. En este escenario hipotético, uno podría suponer que la conversación se iba a poner intensa, razón por la cual, lo peor que podría haber sucedido es que el tono de voz se alzara, se dijeran unos cuantos improperios y/o hubiera un diálogo áspero entre ellos pero, siempre, como dice el Mago Valdivia, "con respeto", debatiendo y contrastando sobre las ideas de cada uno. Fin del programa. Pero esto no fue lo que sucedió.

La premeditación está presente porque, a diferencia del escenario hipotético anterior en que la situación se podría haber salido de control como resultado del improvisado flujo de conversación, el Pastor llegó al programa con la firme intención de provocar y, peor aún, con los insumos para hacerlo, pero, de manera solapada, oculta y, esto, no es casualidad. Probablemente, desde que aceptó la invitación al programa, planificó fríamente su participación en él y cómo podía aprovechar el espacio de la mejor manera. Podría haber sacado una pistola o el trapo, y el hecho es el mismo.  

Lo que el Pastor hizo no tiene ninguna diferencia (en un plano conceptual obviamente) con los ataques que realiza el Estado Islámico, los ataques de los hombres bomba, los ataques en los colegios y, recientemente, el ludópata que asesinó dos personas en el casino Monticello, en donde, claramente, se abusan de las confianzas del sistema para hacer un daño mayor a personas que están, lamentablemente, desprevenidas. 

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